lunes, 18 de mayo de 2009

Armando mis recuerdos



Me recuerdo de niño andando descalzo. Paso por los corredores siempre sobando las paredes para no perderme en el denso taciturno atardecer. Busco y rebusco por toda la casa mi regalo de cumpleaños número cinco. Decido revisar en el cuarto de mis padres pero no logro decidirme a aventurarme por lo oscuro y sombrío que se ve, corro a la cocina y arrastro la gran caja de camarones de mi padre. En serio que es una caja muy grande y apestosa, en todo el buen rato que estuve empujándola solo pensaba en una cosa: ¡fuchi! Logro meter la caja en la habitación de mis padres, me trepo sobre ella y alcanzo a encender la luz. A simple vistazo no se ve ningún regalo de cumpleaños, lo único que diviso es la cama de dos plazas toda destendida, todo lo demás parece intacto; la Tv. en su sitio, el armario en orden y todas las otras pocas cosas de una familia que empieza, pero ningún obsequio.

Me siento muy disgustado, recuerdo difusamente que el año pasado jugamos con mis padres a esconder mis regalos y a la vez ellos me decían si estaba frío o caliente. Pero esta vez era diferente, ellos no habían regresado del médico todavía.
Mi desesperación iba en aumento, el regalo que se supone que obtendría a cambio de mi búsqueda sería mi décimo rompecabezas en lo que iba de mi vida.

Los rompecabezas han sido siempre y serán mis juguetes preferidos, las piezas están ahí solo tengo que recrear la escena que se muestra en la cajita. Armar el instante justo cuando Beto, Enrique y Abelardo se balancean en los columpios mientras que los observa el monstruo come galletas con un delicioso aperitivo en la boca. Las diversas escenas me producen mucha gracia, y muchos llantos cuando se extravía una de las piezas, el rompecabezas queda inconcluso y me entristece tener que desarmarlo y darle sepultura en su cajita.

En la actualidad ya varios de mis rompecabezas fueron puestos marcos a manera de retrato para ser colgados en la pared. A lo largo de los años todos esos rompecabezas de 20, 100, 500, 1.000, 1.500 y 2.000 piezas formaron parte del mural de mi habitación y de mis recuerdos. Todos y cada uno de ellos significó una etapa de mi vida. Pero al tiempo que terminaba uno iban desapareciendo dos cuadros de las paredes. Mi habitación fue saqueada varias veces por miembros de mi familia que deseaban los cuadros, y es que, les parecía muy económico usar mis rompecabezas con paisajes para decorar el hogar.

Mi búsqueda por el rompecabezas perdido me hizo zambullirme por todo el armario, y una vez que terminé de revolverlo todo hice el hallazgo de la noche: mi nuevo rompecabezas.

Traía aún en mi mano el cuchillo de cocina para abrir mi nuevo juguete cuando escuché que se abría la puerta de entrada a la casa, salí corriendo para recibir a mis padres y sorprenderlos al decirles que ya había encontrado mi regalo yo solito. Pero la sorpresa que ellos traían era más grande que la mía.

Me gusta pensar que la literatura es un juguete y por defecto me divierte, pero de todos los cuentos fantásticos que existen no se comparan con la buena nueva de ese día. No comprendí del todo lo que me decían, solo regresé a la sala donde estaban los rompecabezas que había armado durante toda la tarde, los desarmé y los guardé en sus respectivas cajas. Tenían que estar listos para recibir al nuevo bebé de la casa.

1 comentario:

Escribidor dijo...

Me gusta el recuerdo que has elegido: el rompecabezas es un objeto que se presta para hacer comparaciones o emitir juicios sobre la realidad.