martes, 24 de noviembre de 2009

La campana



“Ser enterrado vivo es, sin ningún género de duda, el más terrorífico extremo que jamás haya caído en suerte a un simple mortal. Que le ha caído en suerte con frecuencia, con mucha frecuencia, nadie con capacidad de juicio lo negará. Los límites que separan la vida de la muerte son, en el mejor de los casos, borrosos e indefinidos... ¿Quién podría decir dónde termina uno y dónde empieza el otro?”


“Entierro prematuro”
Edgar Allan Poe




Un monstruo es el matrimonio, el compromiso una esclavitud, el terror más grande de los vistosos grilletes que eran sus manos, y locura ganada de la batalla siempre perdida es el abrazo de la peor de las epifanías. Pero al fin, la dicha. La dicha lúgubre de librarme de esta otra muerte que era mi esposa.

Y en su lecho, tumba de lo eterno, encubre el resto de mi existencia, una pequeña campana, una canción que baila lo que se lleva, que ríe como la única esquila de los muertos sonde reposa un último suspiro de lo último que ella fue. Un ulular, aullar que recoge la audiencia de los difuntos, aún, aún se escuchan, el ahogo, el bramido de la extinción, un aún que recorre el pueblo por un ciervo y su pala. Una triste invocación a un pedido que no quita la última voluntad del que desea vivir, Sin duda, un refrescante arrullo, que servirá para el más placentero de los sueños, el que nunca acaba, el del caído.

Un arrastrar me altera. Arranca de mí la sonrisa de mi ensueño, y casi enhiesto mi dorso sobre mi lecho me resguardo. Arraigo mis sábanas, y sigue el sujeto sonoro de mi arrabal recuerdo, de sacos empedrados que recorren, crujen, estremecen, con el ruido más salvaje que retumba en mi sórdida conciencia. Esos huesos que rompiendo el silencio, con el chasquido de los barrizales menos profundos consiguen un clamor del frotar de sus ásperos pies, contra la loza, zafar de todo lo bello prosigue cada vez más cerca con el cercano zaceo, de una senda que llega para sonsacar, la vedad, de una pueril jugada, mas nada queda, sólo a esperar un quizás, una presencia, un perdón, un sudor frío que recorre en mis sábanas.

Lo es, es eso, el silencio. Síndrome sin energía, que sigiloso se aserciora que no se escape, mi aciago deber, de existirme y de sentir tan sólo una vez, el susurro, de una muerta que invita a sentir el cerrar el silencio, que seduce el recuerdo de un pasado y el vislumbrar de un futuro que se bifurca.

Campanas, campanas, campanas, campanas. El anuncio, de una recién llegada que jadea. Baila y se fuerza a sí misma en pié sólo para tocarme. El azote de la puerta es la última de las campanadas, y se acerca, con danza lenta que inmoviliza. Y otra vez el arrastre que deja polvo de pena, en una nube de bruma y tierra, alejando a las almas que aborrecen a los caídos en el año de la decimanovena.

Lo gélido, se apodera de mi casa, de mi cuarto, de mi cama, de mi sueño. Aguardo con vista fija en el arriba, porque ya no hay abajo, no hay nada para los que llegan y se van. Un cuerpo reanimado que nunca más, nunca más dejará en paz, al tiempo, al momento del olvido. Ese ser atorrante que solía ser mía ahora me muestra su mano y el relucir aún dorado de esa única prueba del amor. Indica mi lisonjero rostro aún en reposo, señala mi frente de augurio hacía el despojo. La toca. Se deja caer mi brazo de la suavidad de mi cama, para mecerse en el aire, en la nada, como una campana que se merece que la recuerden como el postrero sonar del verdadero caído. Y el recuerdo de una sonrisa en el olvido, de mi esposa, de mi casa, de mi cuarto, de mi cama, de mi muerte, de la nada. Y al final, solo, en la sombra, de una vela sólo río, río, río, río.

domingo, 6 de septiembre de 2009

martes, 1 de septiembre de 2009

Don’t stop me now


“Tiene que ser lo más grandioso que se haya visto en la vida”. Eso era lo único que ella tenía metido en la cabeza. Julieta se consideraba como la encarnación del venenoso entusiasmo, pues, la lluvia de ideas provenientes del infinito de su imaginación no dejaba de crecer como un universo en expansión. Poco significaba un filtro con agudeza de víbora para seleccionar las ideas más precisas, poner orden en su mente trae consecuencias perjudiciales para la creación del crimen perfecto.


Quedaban pocos minutos, pero a cada paso que daba esta chica le surgía otra nueva y deslumbrante aportación como culminación del delito. Alcanza a ver el cajón del velador y materializa en su imaginativo el único objeto posible a ser resguardado en ese espacio tan común.


Sentía la barra de estrés que subía su cuerpo hasta ponerla totalmente anémica y susceptible a cualquier cambio de planes. Julieta sabía exactamente que esta vez no se salvaría, y que las drogas no la matarían en esta ocasión.


Sólo había algo que podía tranquilizarla. Pero no era un buen momento. Los cuerpos de sus víctimas yacían aún sobre la alfombra, en el escusado, y otros dos en la cama, no sería correcto hacerlo en ese alocado escenario. Pero la exigencia del tiempo, lo exótico y extraño que resultaba el ambiente la impulsó a hacerse un lugar en la cama.


Julieta hubiese preferido el reflejo del agua, pero tuvo que conformarse con un pequeño espejo de mano para no perder de vista el abrir de su flor. Al percatarse que el espejo estaba borroso lo lanza de inmediato, e improvisa con el lustroso e involuntario reflejo de una guitarra que estaba junto al velador. El fogón de su deseo irracional incitaba al movimiento de piernas de un ballet coordinado, haciendo cada vez más grande su furia que tiraba con satisfacción de sus rizados cabellos.


El deslumbramiento de su alma destilaba unos jadeos de cansancio que le recordaban que luego de una distracción debía de retomar su propia conclusión. Una última rasqueteada a la guitarra que no sabía tocar, pues, nunca encontró a su músico para que le dedique en el escenario una última canción. Un último cigarrillo, la cuenta regresiva la marcaba el humo que consume sus ideas.


Regresa al velador y abre el cajón, que revela a la herramienta que la encubriría de toda culpa. Un escape fácil pero de complicado y arduo proceso.


Empalidece la noche y el temblor de sus labios reciben el veneno de sus lágrimas. Todo en blanco, no hay regreso, no hay reparo, no se cree en nada cuando la bala de la suicida se dispara.

viernes, 28 de agosto de 2009

El Puppet Killer

Los bosques nórdicos siguen igual de densos, llenos de calles que conducen directo a las criaturas de fantasía que lo habitan. La pequeña caza recompensas Susy Tzu se encuentra de cacería junto a su hermano menor Jerry. La brisa no deja de chillar, y Susy Tzu desespera por ese molesto silbido que entorpece su sensible sentido auditivo. Ve que ya es momento de detenerse, ya que la planicie donde se encuentran es adecuada para establecer el campamento. Hacer que su hermano instale todas las tiendas de campaña y que saque de la mochila el gran sillón inflable. Jerry sopla y sopla hasta que el sillón tenga la forma deseada.

Susy muy satisfecha por la tan perfecta labor de su pequeño hermano decide sentarse cruzada de piernas en el sillón para compartir unas galletas de la pequeña caita metálica para compartirlas con Jerry. Susy está exhausta, por lo que deja que su hermano se termine toda la caja de galletitas, tal era su hambre que este dejaba caer incontables migas al suelo y otras tantas que se las llevaba el viento. Susy está muy contenta de ver como riega los restos de galletas al suelo y esboza una sonrisa enternecedora. Saca de su pequeña cartera su pipa y la llena cuidadosamente de líquido para luego de varias probadas crear las más coloridas burbujas. Pasaban los minutos y entre minuto y minuto juega con su collar deberlas y se quita su gran sombrero para ventearse.

Es ahora y con este aburrimiento cuando Susy decide abrir el maletín que contiene a su más querido juguete, El Puppet Killer. El Puppet Killer es un arma de fuego muy peculiar, con doble cañón, mira a larga distancia, de gatillo suave y de color rosa pastel. Susy se queda admirándola y puliéndola con un pañuelo. El viento se detiene, y Susy junto con su hermano Jerry detienen sus actividades.

—Ya llegaron, no, ellos ya están aquí, observándonos.-dijo Susy-sabía que no resistirían el olor de las galletas. Prepárate Jerry, agarra tu red más grande para guardarlos para cuando estén muertos.

—Sí hermana.- respondió muy educadamente Jerry.

Sin un esfuerzo mínimo Susy da un brinco para bajar de su cómodo sillón. Agarra fuertemente su Puppet Killer y busca con la mira hacia todas las direcciones, pero Susy no logra ver nada. Se crea un silencio incómodo, baja el arma y empieza a mira muy despacio en círculos para detectar a sus presas. Jerry se encontraba temblando pero bastante decidido empuñando la red gigante. Jerry siente a sus espaldas que algo diminuto se mueve, traga un poco de saliva y voltea lentamente para ver qué es. Para su sorpresa se encuentra con Elmo, que muy sigilosamente recogía todas y cada una del las migas de galletas que cayeron al suelo minutos antes. Elmo se percata que está siendo observado y con la boca abierta y ese pelaje rojizo que lo hace inconfundible entre las otras especies pega un grito y sale corriendo dejando atrás todas las migajas.



Susy Tzu da vuelta para ver y lanza un disparo de su Puppet Killer hacia los árboles. Pega una carrera detrás de Elmo, que corría desesperadamente hasta donde sus patitas se lo permitían. Susy desesperada se lanza en el aire, cierra un ojo y oprime el gatillo que da en el blanco. Elmo se encuentra arrodillado y luego de un segundo cae muerto al suelo.

Susy se recompone y agarra el cuerpo de Elmo y lo lanza hacia la red que tiene su hermano, él la abre y Elmo queda aprisionado. No hay mucho descanso porque de entre los árboles resurge con vuelo majestuoso Abelardo. Posa sobre una rama y emite sonidos propios de un ruiseñor que advierte venganza.

Abelardo levanta vuelo en picada para investir a la pequeña Susy, pero antes que éste coja viada Susy le da un disparo directo, eso logra que Abelardo pierda el control sobre sí mismo y de vueltas sin control en el aire, obteniendo un trágico fin al estrellarse contra el tronco de un árbol.

—Con este ya tengo plumas para mi sombrero.- dijo riéndose Susy.

Con esos últimos ataques Susy se había alejado bastante del campamento y al regresar se encuentra con la Rana René que forcejeaba el equipaje con Jerry. La Rana René al ver que Susy se aproximaba deja caer el equipaje y pega grandes brincos hacia el estanque. Jerry hace lo posible para impedir que escape, pero Susy lo detiene a su hermano y le dice:

—Déjalo que corra, así es más divertido.

La intrépida Rana René logra salir ileso resguardándose en la poza, pero no tan a salvo, por lo que Susy saca una granada de uno de los bolsillos de su falda y la arroja dentro del charco. La Rana René en un intento desesperado por sobrevivir intenta salir asomando patas a la superficie, -muy tarde- la granada hace explosión y la Rana René sale volando completamente rostisada por los cielos.

Susy guarda los últimos restos en la red gigante y sale corriendo junto con su hermano a la salida del bosque. Poco antes de la salida se ven rodeados por una manada de criaturas como el Conde Contar, el monstruo come galletas, Archivaldo, entre otros, que les tenían bloqueada la salida. Susy se para firme y levanta un poco su sombrero con la punta del Puppet Killer. Había sido una tarde divertida y ella ya estaba cansada, apenas podía mantenerse en pie, pero al parecer faltaba un poco más de este día. Después de todo con los otros que había capturado ya tenía para hacerse unos pares de medias.

lunes, 24 de agosto de 2009

Nunca más

Después de que todo acabó, Wendy [i]se dispuso, muy dolorosamente, a tomar cartas en el asunto y con rastros de lágrimas sobre sus mejillas, firmó el acta de divorcio. No era culpa de Peter Pan[ii], no: fue la pequeña falda de Campanita.





[i] El Síndrome de Wendy se manifiesta en una necesidad absoluta de satisfacer al otro, principalmente la pareja y los hijos. Esta conducta se debe al miedo al rechazo y al abandono y, por razonas culturales, es más frecuente en las mujeres que en los hombres.

[ii] El síndrome de Peter Pan se caracteriza por la inmadurez en ciertos aspectos psicológicos, sociales, y por el acompañamiento de problemas sexuales. La personalidad masculina en cuestión es inmadura. El sujeto crece, pero la representación internalizada de su yo es el paradigma de su infancia que se mantiene a lo largo del tiempo.

sábado, 22 de agosto de 2009

Diva danzarina


Entre forrajes y margaritas
coquetea la mariquita.
Vestida de cabellos
y bien acicalada,
reluce sus lunares negros
de su flor favorita.
Son las más delicadas
y pelirrojas alas de danza
en un verano denso
de tarde zarza.

domingo, 9 de agosto de 2009

Griego de acero


Con cuerno de lucha

encara el guerrero.

Un mazo de tórax que

viste armadura de gloria


Negro y duro como Goliat.
porta cuerno de espada fuerte

y costra escudo de hierro.
En dos alas nocturnas bate el vuelo
con rostro ardiente el Aqueo,

que prosigue con el ejército.


Siempre desafiante ante el miedo

con hercúlea fuerza se opone

el soldado oval de élite.


Escarba contra el granito

y se entierra en el suelo,

ahí permanece entero

el escarabajo de acero.

sábado, 8 de agosto de 2009

Dinosaurio extraviado


Y cuando despertó, el dinosaurio ya no estaba allí. Sería porque ya había regresado a su cueva luego de terminada la fiesta. Recordaba como el dinosaurio disfrutó durante la fiesta: bailaba pero con mucha dificultad ya que sus patitas planas y colita alargada le impedían dar las vueltas que el quería con la chica que bailaba; tomaba cerveza, y con dificultad, porque requería usar sus dos patitas para tomarlo con firmeza y mandárselo por todo su desarrollado cuello; no pudo hablar con la chica que le había gustado por su gran vozarrón le hacía competencia a la música; y el flash intermitente del juego de iluminaciones molestaba a sus ojos que parecían puntitos. No pasó la noche tan bien. Solo fue a la fiesta porque ya se sentía viejo, quería compartir tiempo con los más jóvenes. El dinosaurio se sentía de la generación del jurásico y necesitaba divertirse para salir de ese pesimismo en el que se encontraba sumido. La única opción que le quedaba al dinosaurio era mover el bote. A lo mejor regresó a su país natal, la argentina, en el área de la Patagonia, donde lo encontraron o lo más seguro es que esté en el hospital porque sufrió una rotura cervical de tanto bailar.